sábado, 19 de julio de 2014

La máquina sagrada (Crítica de Snowpiercer)


Fin del mundo, apocalipsis, cambio climático, destrucción de la Tierra, catástrofes naturales... ¿cuántas pelis no nos habremos tragado sobre esta temática? Por eso es siempre reconfortante ver que se pueden tratar esos tópicos (que, no voy a engañar a nadie, me encantan) y hacerlo de una manera original. Esto es lo que hace la película de 2013 'Snowpiercer', una de las grandes sorpresas del año pasado aunque, para no variar, aquí apenas se ha escuchado hablar sobre ella.

La película nos traslada a un mundo en el que la Tierra lleva más de 17 años congelada y todo está enterrado bajo la nieve, debido a los imparables efectos del cambio climático. La vida no es posible a la intemperie, por lo que el misterioso Wilford reune a lo que queda de la humanidad en un tren que da la vuelta al mundo durante todo el año sin descanso. Dentro se ha desarrollado toda una mecánica de vida durante los diecisiete años en el tren. Hartos de ser el eslabón má bajo del tren y de ser los que más deberes y menos derechos tienen, Curtis (Chris Evans) y los demás compañeros de la sección de cola inician una revolución con el objetivo de tomar el control del tren y cambiar su dramática situación (poco espacio, escasa comida y malos tratos por parte de los "jefes"). 




La primera cinta rodada en inglés de Bong Joon-ho, el reconocido director coreano responsable de títulos como ‘Crónica de un asesino en serie‘ (2003) y ‘The Host‘ (2006) nació por la obsesión que el director desarrolló tras leer la novela gráfica francesa Le Transperceneige de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette (en la que se basa el film). Tal fue la impresión que le causó que se pasó más de siete años pensando en como adaptarlo a la gran pantalla (a lo Christopher Nolan con "Origen").

La verdad el tema me encanta, la perspectiva con la que se decide contarlo es muy original. También destaca la manera de contarlo, un poco caótica, pero hecho a propósito. Al principio no sabes muy bien que está ocurriendo, pero poco a poco las piezas se van uniendo y se descubren más cosas de los complejos personajes.

El tren y lo que se produce en su interior es, al fin y al cabo, una metáfora de cómo funciona el mundo, cómo siempre ha funcionado en cierta medida. Se supone que cada uno tiene su lugar y este status quo es defendido, con uñas y dientes, por los más favorecido por la cadena, a los que no les interesa que los de más abajo, los que trabajan para ellos, sepan demasiado. Es la historia de una sublevación. La sublevación de los trabajadores, los oprimidos, los explotados.


"El tren es el mundo. Nosotros, la humanidad"

Me chifla la temática, la forma de abordarla y también la estética. Esta es a la vez un instrumento del director para situar las diferentes “clases sociales” en que se dividen los habitantes y compartimentos del tren. La película, de dos horas y media de duración, mantiene muy bien la tensión durante todo el metraje (teniendo en cuenta la dificultad de que todo ocurre dentro del tren), pero tengo que destacar dos escenas: la del vagón del colegio, totalmente surrealista y genial y la del puente de Yekaterina, una de las más memorables.


Por supuesto, a todos estos aspectos se suma un reparto actoral a la altura. La mezcla de actores británicos, americanos y coreanos es especialmente interesante. Por un lado tenemos al principal reclamo del film, Chris Evans, en un registro totalmente diferente en el que, al menos yo, nunca lo había visto. Domina la acción, eso está claro y aunque no lo hace perfecto, tampoco patina en las escenas más exigentes en cuanto a interpretación. Lo mismo podemos decir de Jame Belll. Pero la mejor es, sin duda, Tilda Swinton. Cuesta reconocerla y es que, a pesar de su particular físico, Swinton es una actriz muy camaleónica, que se adapta a la perfección a las exigencias de los personajes y que además nunca defrauda. De lo mejorcito.

Por todo esto y mucho más, esta es una película muy recomendada, entretenida pero diferente y que hace reflexionar.

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